Para este trabajo decidí junto a mi compañero Martin Mozo Saba, vistar el Distrito de Saña. Se escogió dos pueblos en específico para poder evaluar la importancia del turismo en el desarrollo social.
Así es como vistamos el día Sábado 16 de Diciembre, el pueblo Otra Banda y el Lunes 18 de Diciembre, el pueblo Huaca Rajada.
EL DÍA QUE CONOCÍ HUACA RAJADA
Es lunes 18 de diciembre, 9:45
a.m. para ser precisos. Me dirijo en colectivo al centro de la Cuidad en donde
me reuniré con mi compañero Martin Mozo, para partir a nuestro destino del día.
El punto de encuentro es en la
esquina de la Panadería San Juan en la Av. Sáenz Peña.
Pasada las 10 a.m. nos dirigimos
a tomar el colectivo que nos llevaría a Pucalá. Allí, nos reuniríamos con un
amigo de mi padre quien nos trasladaría hasta Huaca Rajada, Saña.
En camino pasamos por Pomalca y
Tumán, a la espera de llegar a nuestro destino.
En plena carretera podíamos
observar campos de caña de azúcar entre cada cuidad. Después de cerca de una
hora y media de viaje, pude visualizar un puente de fierro con dos caminos, a
mi regreso comprendería que su finalidad era reducir el tráfico producido por
los camiones de carga pesa que transitan por la zona.
A un par de kilómetros
encontramos un desvío. Estaba señalizado colina arriba como Huaca Rajada. El
colectivo tomó su tramo izquierdo, doblando hacia un puente que debajo dejaba
apreciar un hermoso río.
Pequeñas curvas y diversas casas
me avisaron que ya estábamos en Pucalá.
Nuestro paradero final fue el
mercado de abastos de la cuidad, quien por casualidad estaba teniendo una feria
justo al frente. Un dato curioso que pude observar en Pomalca también.
Llegamos a Pucalá y nos esperaba
el señor Silas, compañero de trabajo y gran amigo de mi papá. Él nos mostraría
la zona y llevaría a Sipán para regresar posteriormente a Huaca Rajada.
Visitamos la fábrica de azúcar de
Pucalá, sólo exteriores claro. Posterior a ello, fuimos al tanque elevado que
cumple la función de abastecer de agua potable a los pobladores de la zona, a
su costado se ubicaba la iglesia “La piedad”
Frente a ambas, la municipalidad
de Pucalá. Continuando con el recorrido, pasamos por el hipódromo a nuestra
salida.
A bordo de una mototaxi azul y
negro, nos dirigíamos a Sipán.
Decidimos pasar visitar Sipán y
posterior a ello descender hasta huaca rajada. Debo explicar que es como una
especie de cerro para llegar a Sipan o al menos tuve esa ilusión por las
subidas y bajadas.
Llegamos al pueblo de Sipán, un
lugar rústico y poco transitado. No percibí comercio, ni algún tipo de venta
para visitantes y/o turistas.
Nos dirigimos a la entrada de
Sipán en el arco que identificaba a la cuidad.
A la derecha, la única posta de
salud de la zona.
De regreso al camino, dimos
vuelta y volvimos a Huaca Rajada, en Sipán no había mucho por observar según se
nos indicó.
La impresión que me llevé de
Sipán fue justamente la de tranquilidad, quietud, silencio.
Más adelante, lograría entender
el porqué.
Volviendo por el mismo camino en
el cuál habíamos transitado hace minutos, buscábamos un lugar donde comprar
helados o bodoques. El calor era mucho y el sol brillaba fuertemente.
Con botella en mano decidimos
parar en el sitio arqueológico y desde ahí comenzar nuestro recorrido a pie.
Pasado el mediodía ingresamos al
museo de sitio Huaca Rajada. Pude apreciar la cultura y majestuosidad de
nuestra historia, la importancia y repercusión de la misma hoy en día.
Cerámicos, orfebrería,
utensilios; todos pertenecientes a nuestros antepasados, influenciados por la
cultura Wari y Moche.
Sólo dentro de las instalaciones
del museo pudimos apreciar venta de gorros, recuerdos y bisutería relacionados
a Huaca Rajada.
Visité, también, las excavaciones
en las que fueron hallados los restos del Señor de Sipán y sus acompañantes.
Con un mismo pase acedías a ambos
sitios.
Posterior a observar y admirar
los hallazgos, y poder subir al primer mirador, decidimos dirigirnos a pie al
pueblo de Huaca Rajada. No sin antes, hacer una parada para que mi compañero
pudiese comprar chicha de jora fresca para resistir al inmenso sol sobre nosotros.
A menos de diez minutos a pie,
llegamos a las primeras casas del Pueblo.
Con propósito de comprar algo
para comer, nos acercamos a una tienda. Era una de las primeras casas de la
derecha. Nos atendió la señora, Lidia Bardales.
Una madre de familia de dos hijos
y docente de profesión, que ha vivido 40 años en Huaca Rajada, junto a sus
padres y abuelos. Tres generaciones de la familia habían habitado en esa misma
casa. Su padre y abuelo eran trabajadores de empresa Pomalca y también se
dedicaban a la sastrería.
En su horario libre, fuera de su
labor como docente, se dedica a su hogar.
“Atender a su familia y su pequeño negocio”, refiriéndose a la tienda. Algunos
fines de semana decide salir un momento a Chiclayo con su familia.
Cuando fue consultada por las
mejoras en Huaca Rajada respondió que sólo ha visto la obtención de agua de
pozo por tres horas al día y luz eléctrica. Considera que el estado no ha
apoyado en mejorías para el pueblo, sólo un leve interés a raíz de los hallazgos
históricos.
Considera que el teniente
gobernador no presenta algún medio de trabajo, ni convoca a reuniones. De igual
manera, la escasez de posta médica es preocupante ya que debe ser atendida en
Sipán y si es muy grave se debe recurrir a Chiclayo.
Terminada nuestra charla con la
señora Lidia, decidimos ir a la cuadra de al frente, no sin antes registrar el
bello mural que poseen.
Esta vez, conversamos con el
señor Manuel Enrique Fuentes, observador de SENAMI, otro poblador oriundo de
Huaca Rajada, y cuyos padres y abuelos ha habido el pueblo desde sus inicios.
Padre de tres hijos, mayores de
edad que ya han formado su vida a parte. Considera que cada familia debe
brindar seguridad y confianza a sus hijos. Él considera que “el estado debería
encargarse de la constitución de la familia”
Participó como promotor en el
desarrollo del pueblo, pero considera que es difícil trabajar con el pueblo
cuando no comprenden lo que se desea hacer. Él ha notado que, sin interés del
poblador, el estado no realiza nada.
Las mejoras que él ha evidenciado
son a partir de los descubrimientos del Señor de Sipán en la zona y son muy
pocas.
Cuando le consulté por la
población joven nos dijo que hoy en día, los jóvenes, se encargan de trabajar
en el campo y las mujeres jóvenes son en su mayoría madres prematuras. El grado
de instrucción que los jóvenes alcanzan es secundaria, pero muchos no la
culminan.
Continuando nuestro camino,
pudimos observar casas humildes con corrales para los animales, pequeñas en
cuanto extensión de las piezas principales, en su mayoría construidas por
adobe.
En muchas de ellas, no se
escuchaba ruido, ni voces dentro, posiblemente porque a esas horas del día
estaban trabajando.
En una de las casas nos
percatamos que había ruido y decidí llamar a la puerta. Nos atendió un señor
que indicó que su sobrina podría atendernos.
Así es como logré conversar con Milagros
Patricia Regalado Guzmán. Es madre de tres niñas y pertenece al sector de
adultos jóvenes de la población Huaca Rajada. Vive actualmente con su tío y madre.
Se dedica a atender a sus hijas y
familia puesto que ellas son aún pequeñas y necesitan su atención.
Le gusta Huaca Rajada, no ve
mejorías, pero lo considera un lugar tranquilo. Nos comentaba que sus hijas
estudian en el pueblo y que posterior a ello podrán ir a continuar sus estudios
en Chiclayo. Cuando conversábamos con ella, nos dijo que deseaba lo mejor para
sus tres niñas, que fuesen profesionales y lograran sus metas.
A dos casas nos encontramos con
Jovana Ramos Siesquén, una madre de familia que tiene diez años viviendo ahí.
Es ama de casa y decidió mudarse a la zona a pedido de su esposo que es quién
nació en Huaca Rajada. Tiene tres hijos y se dedica al cuidado del hogar y
familia puesto que su esposo está trabajando en Lima. Pese a no ser de oriunda
de la zona, le interesa participar en las reuniones y asiste a las charlas de
la posta médica.
En sus diez años en Huaca Rajada
no ha evidenciado ninguna mejora. Es testigo de cómo algunas jóvenes estudian
hasta embarazadas, niñas de 15 años, compañeras de clase de sus hijas mayores.
Comprende la necesidad de cambiar las cosas y da por opción charlas para los
padres y que así, puedan aconsejar a sus hijos.
Dentro de nuestras charlas con
los pobladores de Huaca Rajada, pudimos percibir su malestar al no poder lograr
un desarrollo para su pueblo. Siendo un sitio turístico, ellos consideran que
no ha habido mayores logros que la pista principal y un pequeño parque ambos
construidos con miras hacia los turistas más no, hacia los pobladores de la
zona.
Continuando nuestra bajada,
quisimos conversar con una pequeña niña, diría que un aproximado de 9 años.
Pero no se logró concretar dicha entrevista puesto que los perros guardianes de
sus vecinos hicieron que tuviésemos que alejarnos de la zona y puertas que
deseábamos seguir tocando.
Sólo su madre nos atendió y pese
a su poco tiempo nos dio ciertas indicaciones para poder continuar nuestro
recorrido de regreso a casa.
En el trayecto y posterior al
gran susto, nos encontramos con dos adolescentes quienes no quisieron darnos
sus nombres, ni tampoco permitirnos tomarles una foto. Algo que comprendí
completamente puesto que son menores de edad, siempre es buena la desconfianza
y no deseaban aparecer en una foto desarregladas como ellas me comentaron.
Sin embargo, ambas confirmaron lo
que ya nos habían informado diversos pobladores. Los jóvenes de Huaca Rajada
han puesto su mira en el trabajo bruto y la familia. Nos brindaban casos como
el de su hermana que acababa de cumplir 18 y tendría un bebé pronto. Cuándo le
consulté si su hermana vivía aquí, nos dijo que se había ido a Saltur con quien
es su actual pareja.
Algunas vecinos y amigos de
colegio que conocen, y ahora trabajan para la fábrica (es como se refieren a la
fábrica de Pucalá y a realizar trabajos en el campo), en mototaxi o ya se
fueron a trabajar a Chiclayo en construcción.
Les pregunté lo que ellas
deseaban y dudaron un poco en la respuesta. Dijeron que querían ser
profesionales, estudiar. Sus aspiraciones a su futuro aún son inciertas, pero
tienen al menos 4 años para decidirlo.
Cerca de la curva para
intersectar la pista principal y salir de Huaca Rajada, observamos un puesto de
raspadillas. Con el sol encima, agotados de tanto caminar y muertos de sed,
decimos acercarnos y poder disfrutar de un descanso.
Ahí conocimos a una señora
maravillosa y sus pequeños sobrinos y nietos.
Mientras tomábamos nuestra
raspadilla, conversábamos con Doña Marcia. Una mujer emprendedora y luchadora
que ha sabido ingeniárselas para sacar adelante a su familia. Su esposo trabaja
para la fábrica. Pero ella realiza diversas actividades junto a su hija mayor
para poder solventar los gastos en su familia, además de invertir en sus
tierras. Nos comentó que perdieron mucho al sembrar arroz y ahora están
apostando por el maíz.
Llegada las cuatro de la tarde,
sentíamos la necesidad de comer algo, puesto que el almuerzo no fue posible por
la zona, sólo existían dos restaurantes para turistas.
Nos comentó que tenía papas
rellenas y no lo dudamos, una sazón increíble el de “la seño”.
Sus sobrinos hablaban con
nosotros y nos comentaban como les iba en el colegio y lo que les gustaba. Le
ofrecimos algunas ideas para que pudiese mejor su negocio y así vender más.
Terminada la charla nos
despedimos de todos, y los pequeños nos invitaban a volver pronto.
Caminamos hasta llegar al río en
donde el señor Silas nos dio el encuentro. De regreso a Pucalá, nos despedimos
y esperamos el colectivo de regreso a casa.
Fui admirando el día tan
grandioso que vivimos y el paisaje que se formaba en el horizonte. Montañas,
vegetación y un cielo oscureciendo ligeramente, mientras Martín tomaba un
merecido descanso.